lunes, 23 de abril de 2012

Palabra: verdad y mentira




La palabra es libertad, la palabra sana, la palabra establece puentes entre las personas, los pueblos.
La palabra es mentira, la palabra es disfraz, la palabra es arma, la palabra hiere.


Me resulta curioso que una idea, un hecho al presentarse en un soporte escrito, se revista de un aura de verdad. “Lo he leído en el periódico”, “está publicado en la red”. ¿Y qué?


A menudo, leo afirmaciones totalmente falsas, hace unos minutos leí un artículo que expresa la esencia contraria de quien lo ha escrito y que constituye una coartada de buena voluntad, para ocultar instintos dañinos y violentos.


Los políticos usan la palabra para manipular, los medios para influenciar en el sentido que convienen a los intereses de sus propietarios. Está escrito, sin embargo no es la verdad.
Hablamos de políticos, de mercados, de empresas, todo ello anónimo e indefinido.


Bajemos de esas esferas casi virtuales y quedémonos en un entorno cercano. ¿Quién no conoce a un manipulador sobresaliente, quién no sabe de alguien en concreto que alardea de lo que no es, quién no se indigna de ver triunfar a un lobo sanguinario en el papel de un hombre carismático y encantador? A menudo, las noticias sobre mujeres, niños, ancianos maltratados nos revelan ese tipo de hombres que poseen una pasmosa habilidad para aparentar lo opuesto a lo que son en realidad. Son verdaderos prestidigitadores de la verdad, sus chisteras están llenas de dolor, de violencia, de amenazas y de mentiras, sin embargo sacan de ellas ramos de flores multicolores y conejitos mimosos.


Leemos y nos creemos que la palabra es verdad, cuando es sólo una herramienta, que ayuda, alivia, enriquece pero también se puede convertir en una espada escondida, como en aquellos bastones de empuñadura de exquisita plata repujada que esconden una punta mortífera.


Todos los libros no son buenos, todos los artículos no son veraces, todas las ideas no son respetables, todas las conductas no son admisibles. No es oro todo lo que reluce, o lo es para quienes optan por una ceguera moral voluntaria.


Morgane, abril 2012

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