CORTINA DE HUMO
La confianza es fundamental e
imprescindible en las relaciones humanas, en la comunicación, en el
compartir ideales, proyectos, en la verdad entre la palabra y la
realidad.
Una vez rota, es muy difícil
recomponerla.
En general y a priori, la confianza es
necesaria para establecer una relación en cualquier ámbito de la
vida, en cualquier grupo, en la amistad y en lo sentimental.
Sin embargo, el comportamiento en los
diversos compartimentos de las relaciones de una persona, pueden
contradecirse de manera increíble. El discurso político, las
manifestaciones en cuestiones sociales, las muestras de amistad, la
cordialidad de algunos individuos, no se corresponden en absoluto a
sus actos en la privacidad de su hogar, en la realidad de sus actos
en el trato con su pareja.
La violencia de género evidencia esos
comportamientos opuestos e incompatibles. Un amigo entrañable, un
ciudadano luchando por las libertades, un defensor de los derechos
humanos, un amante de los animales, puede ser un tirano, un abusador,
un celoso patológico, un maltratador psicológico y físico con la
persona a la que se une sentimentalmente – de hecho ocurre con más
frecuencia de la que imaginamos.
El desamparo de las víctimas de malos
tratos se basa en esa incomprensible contradicción. “¿Quién me
iba a creer?” lamentan a menudo las mujeres que lograron escapar a
sus infiernos domésticos de humillaciones, control, insultos, golpes
y amenazas.
Es cierto: ¿quién va creer que el
compañero, el activista, el amigo, el vecino que proclama su
convicción de la justicia y de la libertad, las pisotea cuando se
trata de su pareja?
La cortina de humo es tan densa, que es
casi imposible detectar lo que ocurre detrás de ella; sobretodo para
quienes la vida se desarrolla de forma coherente.
Considero importante estar atento a
ciertas señales que delatan a esos farsantes peligrosos: brotes de
ira, falta de arrepentimiento, adicciones disfrazadas.
Sigo de vez en cuando, por Internet, el
recorrido de uno de esos maltratadores y ya no me sorprende su
pasmosa capacidad de embaucar y de engañar, ni me sorprende que
personas de bien confíen en él y lo aprecien; no espero que en
algún momento aquellas personas íntegras que lo rodean, logren ver-
y mucho menos aceptar-, lo que existe detrás de su cortina de humo.
Ese individuo seguirá impune, con la seguridad que el silencio de
sus víctimas lo ampara, y seguirá cuando se le presente la ocasión,
perpetrando sus fechorías. Tampoco me preocupa que se haga justicia,
si sus víctimas, horrorizadas por la estafa sentimental y moral,
tienen la oportunidad de alejarlo de sus vidas.
Las cortinas de humo, cuando se
disipan, dejan ven la corrupción de las mentes. Lo vemos en los
periódicos en temas políticos; es mucho más difícil lograrlo en
los temas personales.