El amanecer - Vincent Van Gogh
Injusticia y perdón
Hace tiempo que me cuesta creer en la
justicia divina – en la de los hombres más aún. Pero sigo luchando por la justicia y no dejaré de hacerlo.
No comparto la opinión o la creencia de quien afirma que todo lo que ocurre es
premio o castigo por actos pasados, o de vidas pasadas, pues está negando
cuan injustos pueden ser el azar y la naturaleza. ¿Por qué acto está
pagando un niño enfermo, víctima de la guerra o de otras muchas injusticias? Por ninguno.
No creo que siempre la vida le da a cada cual lo que se merece. Todos hemos conocido a personas
bondadosas que sufren circunstancias tremendas, como nos ha indigado constatar la vida les va de maravilla a alimañas que han
actuado de forma repugnante.
Sin embargo, cuando una desgracia le
ocurre a un ser infame, tendemos a enfocarlo como una sentencia de
justicia. No es cierto que lo sea. Cuando el daño no es resarcido,
cuando el arrepentimiento no existe, no se trata de justicia ni de
pago por el mal que se ha hecho a conciencia. Es mera casualidad, pues la
desgracia de los malvados no compensa a las víctimas.
Cuando le ocurre una desgracia a una
mala persona, es la misma desgracia que le puede ocurrir a alguien
bueno. La diferencia es que no provoca la compasión ni la pena que
sentimos para los inocentes; tampoco pienso que en realidad cause alegría.
Esto último es importante: el odio, el
rencor, el deseo de venganza y la satisfacción por el castigo no son
justicia sino un veneno que igualan a la víctima y al perpetrador.
De ahí que el perdón – y el olvido si es posible, libera a la
víctima de cualquier nexo con quien causó el daño, por muy
profunda que fuera la herida. El perdón no necesita del otro, es un
proceso personal, que limpia de la ira, despejando la vida para
progresar en lo bueno que ofrece.
Es evidente que la serenidad que proporciona el perdón se consigue con la
voluntad de vivir libre y feliz y necesita de algún tiempo. A la vez que se puede reclamar
justicia o renunciar a que se ejecute, el perdón es necesario. Sin
debilidad ni cobardía, resulta saludable aceptar que la injusticia y
la afrenta queden en el pasado, aprendiendo a protegerse para que no
vuelvan a ocurrir.
"Es peor cometer una injusticia que padecerla porque quien la comete se convierte en injusto y quien la padece no." Sócrates